¿Por qué SI debiésemos apostar por una agricultura que hace mucho más que solo producir alimentos?

PhD Horacio Augstburger

Miembro del GTCCJ Bolivia

haugstburger@gmail.com

¿Respiras? Sí… que bueno yo también, entonces te interesa este artículo porque vamos a hablar de cómo la agricultura podría producir oxígeno y otros beneficios agroecosistémicos que necesitamos para vivir, además de alimentos.

Para entender el problema viajaremos en el tiempo con el científico James Lovelock y su libro la Teoría de Gaia. Hace entre 4.6 y 3.7 billones de años, antes de que exista vida en el planeta tierra, en la atmósfera había una concentración alta de dióxido de carbono, hidrógeno, casi no había oxígeno y el cielo estaba caracterizado por un color anaranjado. Luego, hace 3.7-2.5 millones de años, comenzó la vida con las primeras bacterias y el cielo se tiñó de un color ligeramente rosado. Gracias a que las primeras bacterias y algas que fueron “ordenando” el caos energético del planeta subió la concentración de oxígeno y el cielo se tornó ligeramente azul. Recién hace aproximadamente 0.7 billones de años es que las plantas y bacterias ordenaron suficiente el planeta como para que las concentraciones de oxígeno suban a 21%, su nivel actual, que como sabemos hoy, gracias al COVID-19 es fundamental para la vida. Así, la maravilla de la vida ocurrió, las plantas fueron ordenando el “caos” que existía en el planeta. Poco a poco se crearon los distintos ecosistemas en la tierra, en los océanos, cumpliendo cada uno con una función fundamental para mantener el delicado equilibrio de la composición de gases de la atmósfera de la tierra. Por ende, el “instinto” de la naturaleza es el de crear paisajes cada vez más complejos y llenos de vida. Curiosamente, los humanos hacemos lo inverso, y simplificamos los paisajes a monocultivos o selvas de cemento.

Un grupo de científicos calculó que más del 40% de la superficie terrestre fue modificada únicamente para la producción de alimentos. ¡Es enorme! Al modificar la superficie terrestre también modificamos la capacidad de proveer beneficios de las distintas cubiertas terrestres. En el párrafo anterior vimos que cada ecosistema tiene una función específica para mantener el delicado equilibrio de la composición de gases de la atmósfera. Si te imaginas una cara, la cara tiene ojos, boca y nariz cada una cumple una función específica. Luego, viene alguien y decide que a esta cara le vamos a borrar la nariz y la boca y solo podrá ver. Al cabo de un tiempo como no se pueden cumplir las otras funciones de comer y respirar la persona muere. En el caso del planeta tierra es parecido, solo que es muy probable que el planeta no muera pero puede ponerse complicado para los seres humanos.

Que yo sepa, todos los habitantes de Bolivia también necesitan oxígeno para vivir. Lo curioso es que el Estado y en muchos casos los consumidores solo apoyamos la creación de sistemas alimentarios que solo producen alimentos y muy poco o nada de oxígeno, ni regulación del clima ni formación de suelos entre otros. Es evidente que necesitamos comer, pero si no podemos respirar ¿de qué nos sirve comer?

Pensando en que los paisajes agrícolas tienen que ser multifuncionales debido a que cubren una superficie de la tierra que es parte de un sistema vivo más grande (el planeta tierra, que debe mantener un delicado equilibrio de gases en la atmósfera) es que otros investigadores desarrollaron un índice para evaluar la capacidad que tienen los agroecosistemas de proveer beneficios agroecosistémicos a la sociedad y al planeta.  El índice se aplicó en un estudio en Bolivia y se comparó la capacidad de proveer beneficios agroecosistémicos (beneficios para los humanos y el planeta) de 3 sistemas alimentarios en el departamento de Santa Cruz: 1) Sistema alimentario agroindustrial (producción de soya genéticamente modificada, altamente dependiente de agroquímicos, para producir aceite, y alimentar vacas, chanchos y pollos) en la zona de San Pedro en Santa Cruz, luego 2) el sistema alimentario indígena (producción de maíz para autoconsumo) en la comunidad de la Ripiera y 3) el sistema alimentario agroecológico (producción de hortalizas y verduras) en Samaipata. Este estudio comparó las capacidades de los tres sistemas alimentarios para proveer beneficios al planeta y la sociedad.

Se observó que el sistema agroecológico provee por lo menos 3 veces más servicios agroecosistémicos que el sistema agroindustrial. La pregunta lógica es: ¿Por qué el Estado y los consumidores no apoyan más (el Estado con beneficios fiscales, promoción, subsidios y los consumidores comprando) a este sistema de producción? Un ejemplo claro de apoyo al “equipo” equivocado es que el Estado con un lindo discurso de promover la seguridad alimentaria permite la ampliación de la frontera agrícola (devastación de los bosques), subsidia al diésel (la agroindustria es altamente dependiendo del diésel), concede permisos para usar agrotóxicos (en muchos casos prohibidos en otros países) entre muchos otros beneficios para los productores de soya genéticamente modificada. Bueno, uno diría entonces que los consumidores sí apoyan al “equipo” que protege nuestra casa… pero no. En el camino del centro de la ciudad a mi casa aparece cada seis meses una pollería nueva. Los consumidores cada vez consumimos más aceite, más pollo, más carne y le damos nuestro dinero (al comprar) al “equipo” que menos beneficios brinda a la sociedad y al planeta. ¿POR QUE?

Otro dato interesante, es que los sistemas alimentarios agroindustriales necesitan de los beneficios ecosistémicos o agroecosistémicos como el clima estable para asegurar su producción. Sin embargo, los sistemas alimentarios agroindustriales no proveen beneficios a la sociedad ni al planeta y más bien usan los beneficios (lluvia, clima estable entre otros) generados por los ecosistemas naturales y los sistemas alimentarios agroecológicos. En otras palabras los sistemas alimentarios agroindustriales acaparan los beneficios comunes generados por ecosistemas naturales o agroecosistemas agroecológicos.

La agricultura jamás podrá ser sostenible en términos serios si nuestros paradigmas de desarrollo no cambian. Si la gente busca mucha comida y “barata” el productor producirá mucha comida y “barata”. Pongo barata entre comillas porque como bien saben nada es gratis en la vida (todo es de ida y vuelta, ying y yang) y pues si hay un producto “barato” significa que alguien está pagando un precio (que el mercado no ve, porque no le conviene) para que sea barato.

¿Qué debemos hacer para ir cambiando de paradigma? Creo que hay muchas cosas, pero hay dos cosas que considero fundamentales: primero que las organizaciones no gubernamentales y gubernamentales tienen que tomar muestras de sangre y orina de la población para saber cuál es el contenido de agroquímicos remanentes en nuestros cuerpos. Difundir esta información dará a conocer la gravedad del problema (y como la gente piensa primero en ella misma, saber qué le afecta a uno promoverá el cambio). Segundo, tenemos que enterarnos más de la gravedad de la crisis climática a la que nos enfrentamos. Teniendo estos dos elementos claros, considero que la población tendrá los elementos necesarios para tomar mejores decisiones al decidir qué comprar, qué comer, como desechar los restos de materia orgánica o otros desechos (Si hasta Cristiano Ronaldo hizo público que “Coca Cola no, agua sí” porque los demás no vemos el problema). Debemos tener en mente siempre que todo está conectado, lo que compro hoy acá, afecta acá, allá, hoy y mañana. Estamos en la nave espacial que llamamos tierra que es finita y no nos queda más que tratarla con cariño.